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El pan de conservación

¿Cuántas veces has querido limpiar una pieza súmamanete soluble en agua y solventes? ¿Te ha pasado que al querer usar una goma Factis o Steadltler la encuentras demasiado dura para la limpieza y que quizá la goma Wishab sería ideal si fuera un poco más húmeda?

En ocasiones las pinturas no nos dejan muchas opciones para su limpieza en seco, y tras agotar todas las posibilidades siempre hay algo que puede salir al rescate: el pan. Parecería sacrílego pensar en usar un alimento en procesos de restauración, pero en muchos lugares del mundo el pan de conservación ha sido el héroe de las limpiezas sin hisopo.

No se trata de un bolillo de central cualquiera, es un pan que debe ser hecho a manos del restaurador (o alguien de su confianza) con amor y ciertas restricciones. Debe hornearse sin sal y sin grasa, y al concluirse se le tiene que eliminar toda la corteza y solo usar el migajón suave del interior partido en cubos, a manera de goma. Puede hacerse de clara o de yema, dependiendo del tipo de suciedad, y es muy importante que al final se eliminen todos los restos de migajas, ya que pueden provocar otro tipo de problemas a largo plazo. El pan de conservación es muy amable con las capas pictóricas, sobre todo aquellas sin un recubrimiento de protección (barniz) y, aunque no elimina concreciones ni manchas penetrantes, sí permite deshacerse de suciedad y algunas marcas menores. Si has agotado tus conocimientos de materiales y herramientas para limpiezas de superficies solubles, entonces no dudes en probar el pan.

Receta:

  • 3 tazas de harina
  • 1 cda. de polvo para hornear
  • 1 cda. de bicarbonato
  • 1 clara o yema de huevo
  • Agua pura hasta lograr la consistencia

Mezclar muy bien con las manos todos los ingredientes. Colocar en un molde sin engrasar con papel encerado. Hornear a 325º por 20 minutos o hasta que la costra superior se encuentre dorada. Cortar las costras y usar el interior.